EL MEJOR MEDICO
Amigo, tus pecados quedan perdonados. Lucas 5:20
Me alegré mucho al leer lo que hizo el alcalde de Ingeniero Jacobacci, una ciudad de la Provincia de Río Negro, en Argentina. Sucede que Mario del Carpió Melgar, el alcalde, que es médico de profesión, tuvo que dejar momentáneamente sus funciones como líder de la comunidad para ponerse la bata de cirujano cuando se presentó una emergencia en el hospital. Aunque en el centro médico trabajan dos cirujanos, ese día ninguno se hallaba presente. Tras recibir una llamada de emergencia, el alcalde salió de su despacho y se fue a operar a una paciente. Al concluir exitosamente la cirugía, Mario del Carpió expresó estas palabras: “Estamos para servir; antes que alcalde soy médico y antes que eso, soy persona”.
Lo que hizo este alcalde me recuerda la obra realizada por Jesús mientras estuvo en esta tierra. Durante tres años y medio el Rey del universo se despojó de sus vestiduras regias, se puso la bata de médico y se dedicó a restaurar la salud de hombres y mujeres. Es innegable que Cristo ha sido el mejor médico que ha pasado por nuestro planeta. ¿Un ciego de nacimiento? Cristo lo sanó (Juan 9). ¿Un hombre paralítico durante treinta y ocho años? Jesús lo restauró (Juan 5:1-18). ¿Una mujer a la que un espíritu maligno la tuvo jorobada dieciocho largos años? Cristo la enderezó (Lucas 13:10-17). ¿Cuatrocientos años sin que nadie curara a un leproso? ¡Cristo lo hizo! (Lucas 5:12-15).
Como el alcalde argentino, el Hijo de Dios consagró su vida a servir a los demás (Marcos 10:45). Tan abarcante fue su obra como médico que “había aldeas enteras donde no se oía un gemido de dolor en casa alguna, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos” (El camino a Cristo, cap. 1, p. 11). Pero sus más impresionantes milagros de sanidad rebasan los linderos físicos y alcanzan el ámbito del alma, pues Jesús es el único que puede sanar a “los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18, RV95). Él conoce esas heridas que el pecado te ha provocado y que te hacen sufrir día y noche. Llámalo; dile que es una emergencia; él vendrá de inmediato y te dirá: “Amigo, tus pecados quedan perdonados” (Lucas 5:20). Eso no lo puede hacer el alcalde; pero Cristo sí.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Jóvenes 2016
“Visita mi Muro, 366 Mensajes que Inspiran”
Por: J. Vladimir Polanco
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